Emparan siempre me ha resultado llamativo. Imaginen a un hombre, en un palacio, con una turba enfrente y un monje detrás, que al preguntar que si quieren mando responda de la forma en la que lo hizo, abandonando el poder y regresando a su patria.
Y es que realmente Vicente Emparan no quería el mando. Ahora que leo un poco más sobre el hombre de origen vasco, me doy cuenta que estuvo obligado a volver a Venezuela después de la invasión de Bonaparte a España y, obviamente, a mantenerse fiel a lo que su "jefe", el rey Fernando VII, le ordenaba, pero realmente él no quiso seguir ese destino después de haber hecho mucho por ese país incipiente, que más tarde dejaría de ser una Capitanía General, para ser una nación.
Emparan, de la casa esta y la otra, emparentado con varios reyes y muy honorable y todo esto que parece importar, fue gobernador de Cumaná durante 12 años, desde 1792. Los libros lo muestran como un hombre progresista, muy estudiado, conocedor de las artes, las ciencias y las guerras marítimas. Algunos lo tildaban de amable, pero sobre todo, de honesto. Fue uno de los pocos en ayudar a Humboldt y Bondpland cuando se quedaron sin fondos para sus investigaciones. Los atendió, les albergó en su hogar y les prestó dinero. Construyó tres hospitales: dos en Cumaná y otro en Barcelona, siendo los primeros centros de salud de la región. Modernizó la siembra de cacao y algunas otras cosas, como llamar al Golfo de Paria, pues... Golfo de Paria. De verdad que un hombre que no necesitaba el mando para ser el comandante de su propio barco.
Traigo esto a colación porque el pasado 19 de abril, estuve pendiente de escuchar ese mismo día (o en fechas posteriores) los resulatdos del Congreso nacional de juventudes, que reunió a muchachos de diversas toldas políticas y organizaciones para conversar acerca de la reconstrucción de Venezuela. Quería oír y tener en cuenta sus propuestas. Me he sentido mal por ellos: cuando yo estaba de su edad, mi atención estuvo enfocada en la universidad y en el trabajo más que en el país, cosa que les ha tocado a los más chicos, en un derecho a la rebeldía normal adolescente que se le niega, inclusive, a salir a protestar porque no tiene electricidad. Sin embargo, no conseguí más información que la distribuida por la propia cuenta de Twitter del grupo, y me preocupé más.
En las alocuciones observé a los jóvenes clamando por la libertad, la democracia y la unión, cada uno con la camisa de su partido o algo que los relacionara con la organización que representan. Todos ellos de ojos vivos y de verdad con mucho empuje, pero sin claridad, y que me perdonen si me equivoco. Tal vez fui buscando el propio mapa que me guiara hacia esa reconstrucción que tanto anhelo. Mejor dicho, a la construcción, porque reconstruir modelos viejos ya no hace falta. Hay que agarrar lo de antes, lo reciente y hacerlo nuestro para hacer el armazón, y sobre ello, ir colocando pisos que nos lleven a un proyecto real, sincero, -y por el amor de Dios- NO ÚNICAMENTE basado en el petróleo o en materias primas cuyos precios fluctúan (y destruyen al planeta).
Me sentí un poco triste. Si no hacemos algo, esos chamos se van a quedar con las ganas y van a pagarle a alguien para que les saque sus papeles y van a emigrar. Tal vez serán grandiosos en lo que hagan en esas otras regiones y ganen mucho dinero, pero muy probablemente no sean todo lo felices que pudieron ser sirviendo a su nación, porque no hubo nadie quien les indicará una senda, unos puntos a tratar, una lógica.
Por ello, y como diría Mafalda, "desde esta humilde sillita" en la que me siento para escribir casi a diario, les pido lo siguiente, a los que me lean, a los que pueda llegar este mensaje, pongamos las ideas en negro sobre blanco. En orden, como un algoritmo. Con sus pros y sus contras. Y hasta la manera en que puede llevarse a cabo.
Por ejemplo: mi papá, amante de la Fómula Uno, siempre ha dicho que Venezuela sería un país ideal para fabricar vehículos y autopartes. Él me ha platicado que el punto para colocar este parque industrial, podría ser, en poblaciones cercanas a Puerto Ordaz o San Félix, es decir, cerca de la empresas de Guayana que producen (producían, sí, pero vamos a pensar que producen) materia prima para hacer vehículos como hierro, acero y alumnio, también por allí podemos encontrar silicio y de cobre. En caso que querramos un vehículo barato y convencional. Podríamos contratar algunos ingenieros de una grande y rendidora (Kia, Skoda, Toyota) que puedan inspirar a nuestros "inges" (que, de paso, son muy buenos); también podemos conseguir unos diseñadores italianos aventureros que sepan guiar a nuestros súper diseñadores venezolanos... ¿Cuántos empleos estaríamos generando? Para atender a esta gente habría que crear escuelas, clínicas, sitios de diversión, centros comeriales, bibliotecas, parques, etc. A su vez, son más empleos, más ciudades... más ciudadanos.
Entonces, es eso lo que te invito a crear o a pensar. ¿Tienes una idea? Aquí la espero No importa el área. Puede ser en educación, en economía, en seguridad o en entretenimiento.
Por mi parte, creo en el turismo no solo porque soy una fiel seguidora de Valentina Quintero y una amante de viajar por Venezuela gracias a mi propio "Valentino" (gracias, Rafa), sino porque considero que la nación tiene varias maneras de explotarlo: ecoturismo, turismo de aventura, turismo tradicional y turismo médico. Considero que seríamos maravillosos en todos si nos organizamos y aprendemos a ser más serviciales.
Me encantaría ser la receptora de todas estas ideas y presentarla (con sus respectivos créditos), por qué no, ante la Asamblea, como el Proyecto Venezuela 2050, en la que tengamos un país a cinco, a 10, a 20 y a 30 años, que construya a partir de lo que somos: igualidad en la diversidad, unión en la diferencia.
El mando en la democracia es de los ciudadanos, por ello no voy a ser tan extrema como el respetado señor Emparan, y no voy a decir "que no quiero mando". Lo quiero, pero lo quiero compartido, con los habitantes de mi tierra. Ahí radica el verdadero poder.
Fotografía: Gran Sabana, al atardecer de 2014
Y es que realmente Vicente Emparan no quería el mando. Ahora que leo un poco más sobre el hombre de origen vasco, me doy cuenta que estuvo obligado a volver a Venezuela después de la invasión de Bonaparte a España y, obviamente, a mantenerse fiel a lo que su "jefe", el rey Fernando VII, le ordenaba, pero realmente él no quiso seguir ese destino después de haber hecho mucho por ese país incipiente, que más tarde dejaría de ser una Capitanía General, para ser una nación.
Emparan, de la casa esta y la otra, emparentado con varios reyes y muy honorable y todo esto que parece importar, fue gobernador de Cumaná durante 12 años, desde 1792. Los libros lo muestran como un hombre progresista, muy estudiado, conocedor de las artes, las ciencias y las guerras marítimas. Algunos lo tildaban de amable, pero sobre todo, de honesto. Fue uno de los pocos en ayudar a Humboldt y Bondpland cuando se quedaron sin fondos para sus investigaciones. Los atendió, les albergó en su hogar y les prestó dinero. Construyó tres hospitales: dos en Cumaná y otro en Barcelona, siendo los primeros centros de salud de la región. Modernizó la siembra de cacao y algunas otras cosas, como llamar al Golfo de Paria, pues... Golfo de Paria. De verdad que un hombre que no necesitaba el mando para ser el comandante de su propio barco.
Traigo esto a colación porque el pasado 19 de abril, estuve pendiente de escuchar ese mismo día (o en fechas posteriores) los resulatdos del Congreso nacional de juventudes, que reunió a muchachos de diversas toldas políticas y organizaciones para conversar acerca de la reconstrucción de Venezuela. Quería oír y tener en cuenta sus propuestas. Me he sentido mal por ellos: cuando yo estaba de su edad, mi atención estuvo enfocada en la universidad y en el trabajo más que en el país, cosa que les ha tocado a los más chicos, en un derecho a la rebeldía normal adolescente que se le niega, inclusive, a salir a protestar porque no tiene electricidad. Sin embargo, no conseguí más información que la distribuida por la propia cuenta de Twitter del grupo, y me preocupé más.
En las alocuciones observé a los jóvenes clamando por la libertad, la democracia y la unión, cada uno con la camisa de su partido o algo que los relacionara con la organización que representan. Todos ellos de ojos vivos y de verdad con mucho empuje, pero sin claridad, y que me perdonen si me equivoco. Tal vez fui buscando el propio mapa que me guiara hacia esa reconstrucción que tanto anhelo. Mejor dicho, a la construcción, porque reconstruir modelos viejos ya no hace falta. Hay que agarrar lo de antes, lo reciente y hacerlo nuestro para hacer el armazón, y sobre ello, ir colocando pisos que nos lleven a un proyecto real, sincero, -y por el amor de Dios- NO ÚNICAMENTE basado en el petróleo o en materias primas cuyos precios fluctúan (y destruyen al planeta).
Me sentí un poco triste. Si no hacemos algo, esos chamos se van a quedar con las ganas y van a pagarle a alguien para que les saque sus papeles y van a emigrar. Tal vez serán grandiosos en lo que hagan en esas otras regiones y ganen mucho dinero, pero muy probablemente no sean todo lo felices que pudieron ser sirviendo a su nación, porque no hubo nadie quien les indicará una senda, unos puntos a tratar, una lógica.
Por ello, y como diría Mafalda, "desde esta humilde sillita" en la que me siento para escribir casi a diario, les pido lo siguiente, a los que me lean, a los que pueda llegar este mensaje, pongamos las ideas en negro sobre blanco. En orden, como un algoritmo. Con sus pros y sus contras. Y hasta la manera en que puede llevarse a cabo.
Por ejemplo: mi papá, amante de la Fómula Uno, siempre ha dicho que Venezuela sería un país ideal para fabricar vehículos y autopartes. Él me ha platicado que el punto para colocar este parque industrial, podría ser, en poblaciones cercanas a Puerto Ordaz o San Félix, es decir, cerca de la empresas de Guayana que producen (producían, sí, pero vamos a pensar que producen) materia prima para hacer vehículos como hierro, acero y alumnio, también por allí podemos encontrar silicio y de cobre. En caso que querramos un vehículo barato y convencional. Podríamos contratar algunos ingenieros de una grande y rendidora (Kia, Skoda, Toyota) que puedan inspirar a nuestros "inges" (que, de paso, son muy buenos); también podemos conseguir unos diseñadores italianos aventureros que sepan guiar a nuestros súper diseñadores venezolanos... ¿Cuántos empleos estaríamos generando? Para atender a esta gente habría que crear escuelas, clínicas, sitios de diversión, centros comeriales, bibliotecas, parques, etc. A su vez, son más empleos, más ciudades... más ciudadanos.
Entonces, es eso lo que te invito a crear o a pensar. ¿Tienes una idea? Aquí la espero No importa el área. Puede ser en educación, en economía, en seguridad o en entretenimiento.
Por mi parte, creo en el turismo no solo porque soy una fiel seguidora de Valentina Quintero y una amante de viajar por Venezuela gracias a mi propio "Valentino" (gracias, Rafa), sino porque considero que la nación tiene varias maneras de explotarlo: ecoturismo, turismo de aventura, turismo tradicional y turismo médico. Considero que seríamos maravillosos en todos si nos organizamos y aprendemos a ser más serviciales.
Me encantaría ser la receptora de todas estas ideas y presentarla (con sus respectivos créditos), por qué no, ante la Asamblea, como el Proyecto Venezuela 2050, en la que tengamos un país a cinco, a 10, a 20 y a 30 años, que construya a partir de lo que somos: igualidad en la diversidad, unión en la diferencia.
El mando en la democracia es de los ciudadanos, por ello no voy a ser tan extrema como el respetado señor Emparan, y no voy a decir "que no quiero mando". Lo quiero, pero lo quiero compartido, con los habitantes de mi tierra. Ahí radica el verdadero poder.
Fotografía: Gran Sabana, al atardecer de 2014
Comentarios
Publicar un comentario