- Hola señor Luis. ¿Cómo va?
- Bien, para no entrar en detalles. Acá. Pedaleando. Ya es viernes. Mañana quería venir al gimnasio. ¿Viste? Pero mañana es feriado y no abren.
- Tome. Aquí está el papelito con los nombres de las canciones venezolanas que me pidió para sacarlas en su guitarra. Capaz las pueda sacar en ritmo de tango.
- Lo voy a tratar de hacer este fin de semana porque la próxima semana viajo. Voy a Brasil. ¿Sabés? He ido varias veces. Es un destino barato y me gusta salir allí. Siempre he querido ir a Isla Margarita, en tu país, pero ahorita dicen que es muy peligroso.
- ¿Va con la familia?
- Bueno, con la señora. Y otra pareja. Él y yo somos amigos desde hace mucho tiempo, y la esposa de él sabe llevar muy bien a mi señora. ¿Sabés? Mi señora no es fácil. Perdió casi en totalidad la visión y tiene problemas en los huesos. Entonces, se hace pesada ¿Viste? Yo la quiero pero cansa. Cansa.
- Pobre. En mi familia eso le ocurrió a mi abuela. Debería llevarla a las escuelas para invidentes para que se entrene. Ella no tiene por qué quedarse en casa.
- Es que ella no quiere. No ha querido.
- ¿Y sus hijos o sus nietos la animan? Ella está deprimida.
- No. Nooo... Ellos están ocupados. Yo la dejaré en el hotel con la esposa de mi amigo. Cuando viajo yo me le escapo y me quedo escuchando música, tomo algunos tragos, hablo con la gente, bailo. A mí me gusta eso. A ella ya no.
- ¿Desde cuándo ya no le gusta?
- Ya perdí la cuenta. Creo que desde los chicos.
- Entonces hace mucho. ¿Había algo que le gustaba hacer?
- Pintar. Le gustaba pintar.
- ¿Y pudo seguir pintando?
- Hace mucho, no. La casa. Los chicos. Viste que es mucho el tiempo que dedica a esas actividades.
- ¿Y usted qué hacía cuando ella se estaba ocupada en la casa y con los chicos?
- Trabajar. Siempre trabajé. Me gustaba mucho lo qué hacía antes de jubilarme.
- ¿Y la música?
- Bueno, siempre toco. Piano, guitarra, canto. Nunca dejé de hacerlo.
- ¿Ella no tuvo otros intereses ? ¿Siempre estuvo en casa?
- Siempre en casa.
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Me gustaría que fuese una conversación ficticia, entre un hombre ya viejo, de unos 80 y tantos, y una mujer extranjera, que no para de pensar. A veces, de juzgar.
Muy a propósito del mes de la mujer (que ya está por culminar), el #MeToo y hasta el Miss Venezuela, entre todas las ideas de las qué quisiera escribir, opto por plasmar esta, que vive bullendo en la cabeza.
Encuentro en todos lados un comentario acerca de la mujer, de su papel en el mundo. Escucho a Inés Quintero en su micro No es cuento, es historia sobre la publicación cívica femenina, que abrió el paso a que mujeres fuesen elegidas a cargos públicos, hacia finales de la década del 40, en Venezuela. Veo el video viralizado de niños que tratan de equilibrar la cantidad de sus dulces con el de las niñas, sacando de sus propias arcas chucheras, algunas piezas para dárselas a las chicas, por haber cumplido el mismo trabajo que ellos.
Escucho que Paul Newman y el propio Mark Wahlberg (dos de los actores mejores pagados en la historia de Hollywood), renunciaron a cobrar sus pagos para ir de la mano con sus colegas mujeres, o, también, usaron sus exhorbitantes salarios para ayudar a la causa femenina, misma que viene luchándose desde que el mundo es mundo, para recibir, al menos, las mismas oportunidades que los hombres. Nada más... Solo el equilibrio.
Sin embargo, el alza en los números de femicidios, las quejas cada vez más numerosas de niñas que son sometidas al acoso escolar (las féminas somos las más burladas y violentadas, según varios censos), los casos de abuso de poder contra la mujer, las violaciones, la amas de casa nunca remuneradas, entre muchas situaciones, son claro ejemplo que la balanza bien proporcionada, se escapa de las manos.
¿Qué ocurre? Tal vez estoy equivocada pero creo que las damas caemos en el juego de la sociedad, bien para el lado exagerado del hembrismo o para el machismo justificado. Algunas, toman las piezas para aprovechar "las oportunidades" de tener un sponsor/marido para "surgir" con "cierta facilidad" en la vida (recalco lo de "cierta", porque hay que verle la cara a estar, físicamente, con ciertos hombres "poderosos") o, sencillamente, ponen en práctica la máxima de la película Dolores Clairbone (1995) en la que se plantea que: "A veces tienes que ser una perra de alta monta para sobrevivir. A veces, ser una perra es todo lo que tiene una mujer para aferrarse a la vida", todo esto inscrito en un contexto de una mujer pasiva ante un esposo golpeador y abusador sexual.
Esto próximo debemos haberlo leído y escuchado miles de veces, pero se nos educa para ser hijas, nietas, novias, esposas, madres, trabajadoras, vecinas; ser fuertes o aparentar fortaleza para que el resto no se preocupe; destacar como sea para que se nos tome en cuenta. Mandar, criticar, ser y determinantes como la cuaima-seño de Palomino Vergara. O también ser tan dulces y delicadas como princesas. A cargar con la bolsita silenciosa de tristezas e insatisfacciones. A callar. A no ser libres y, a la vez, a no permitir que otros sean libres, porque dependemos emocionalmente de ellos, y ellos de nosotros.
Es re-peludo mirarse por dentro y convivir con la propia sombra. Con darse cuenta que no somos perfectas y que tampoco lo queremos ser. Destruir el parapeto.
Todos los días veo desde la ventana del gimnasio al que asisto a mujeres que van a buscar a sus hijos al colegio. Sin importar el tamaño (hay pequeñines de dos años hasta maladrines de 12), la madre les quita el morral, y ella, lo lleva. Cuando voy en el autobús, veo a otras que ceden sus puestos a sus "agotados" retoños. Observo a las que se desviven por darles el mundo y otras que no lloran delante de sus hijos porque "ellas son todo terreno" y no hay que demostrar debilidad o tristeza o enfermedad. Las que justifican a sus bebés de 35 porque "esa mujer no le convenía. Era muy loquita y liberal" y van a la marcha de la mujer cantando vítores a la liberación de las damas y a su fortaleza ante el hombre abusador... Y yo, que tras este teclado, no sé qué hacer para que criar a los niños con la libertad de ser felices, haciendo lo qué quieran pero con disciplina y respeto.
Recuerdo a la esposa del sr. Luis. Seguro que de joven, cuando pintaba, era feliz pero alguien le dijo que en la pareja, en los hijos, en la casa, en el trabajo, estaba la contentura ideal. Ahora, su marido, se le "escapa" y ella está sola, sin visión, inerte.
Solo hoy puedo decir que la alegría, la de verdad, se encuentra en la paz de ser uno mismo. Esto aplica para todos. No importa si se es hombre o mujer, aunque creo que ellos lo tienen más masticado por su naturaleza.
Cuídate, ámate, acéptate, perdónate. Evita atropellar al resto. Y que cuando sientas un arrollamiento inminente, entonces, con astucia y sin ser reactiva, demuestra "la perra" inteligente que todas llevamos por dentro y sé feliz.
Pensé mucho antes de escribir esto y más de compartirlo. Pero este video de la actriz Jada Pinkett-Smith, me dio el ánimo. Lo pude conseguir subtitulado.
."
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