Ayer tuve la oportunidad de visitar el Acuario de Long Beach, California.
Decenas de personas visitaban las instalaciones del lugar siguiendo las pautas preventivas contra el Covid-19, mientras sin querer, los niños con su libertad caminaban y jugaban por doquier, pues es muy difícil conterner a esas personitas quienes realmente no comprenden nada de lo qué ocurre, y menos si han experimentado meses encerrados en casa.
El acuario es muy lindo aunque pequeño. Realmente me esperaba algo más grande pero me sorprendió gratamente ver a los leones marinos, los pinguinos y también que a las afueras del lugar tambien hay embarcaciones (como en Monterey costa central de California) para salir a ver las ballenas, lo que significa que en las aguas del estado pueden avistarse éstos gigantes en varios puntos. Creo que precisamente es lo qué más me gusta de éste estado: que puedes ver a los animales en su mayor esplendor, muchos de ellos en libertad. Aunque aún se está buscando la protección de muchos de ellos, en especial de los pitbulls y los chihuahuas, las razas que más "ponen a dormir" en los albergues caninos. Pero esa historia la contaremos en otro momento...
Pese a que en el acuario permiten tocar algunas aguamalas (no quemaban) así como a las mantarrayas, animales que son muy amigables y que siento que nos ven con profunda curiosidad.
Yo no las toque, no por miedo o porque me daba asco, sino porque no debe ser agradable que venga un ser más grande que tú y por más delicada que sea la persona, en mi ser interno creo que no son material para estar tocando. Creo que si un extraterrestre me tuviese encerrada para ver qué lindos y simpáticos somos los terrícolas, y otro grupo estuviera tocándome a cada instante, creo que mi respuesta estaría lejos de ser amable.
Sin embargo miré algo que me pareció mágico: una mantarraya joven comenzó a tratar de sacar parte de sus aletas pectorales para que una niña pequeña la tocara. El animal insistió e insistió hasta que la niña -de unos cuatro a cinco años- se animó a hacerlo. Con dos de sus deditos cedió ante la mantarraya y ambas quedaron muy contentas.
Quise comprobar que mis ojos no me engañaban. La mantarraya no quería que otros posaran sus dedos sobre ella en ese instante. Era la niña. Era como una comunicación no verbal entre dos especies. Sencillamente es único. Es ese encuentro silencioso que uno puede llegar a tener con sus mascotas y que nos hace entender que estamos todos unidos y que somos precisamente especiales porque todos somos diferentes e iguales, al mismo tiempo.
Es por ello que no comprendo cómo podemos desentendernos de los derrames de petróleo que afectan las costas venezolanas, aniquilando gran cantidad de fauna, que a su vez, son el diario sustento de muchos. El caos y el resuelve diario nos transformó en seres indolentes, agotados, sin fuerzas ni esperanzas. Y como los derrames en mi Venezuela, tantas otras situaciones en el mundo entero.
Si no arreglamos la naturaleza, no tendremos mundo qué arreglar, ideas por las qué luchar. No habrá lugar en el que las expresiones puedan tener sentido pues no habrá vida. Y no me vengan a decir que ya no hay tiempo. Lo que nos dejó claramente el encierro obligatorio durante la pandemia es que la Madre Naturaleza es tan noble que se sana con apenas unos meses de apagarle el calentador y dejar el carro en casa, y estar en paz... Hasta algunos hombres de ciencia que no creían que ésto fuese posible, están replanteando sus ideas ( https://news.un.org/es/story/2020/05/1475072 )
Le escribí a personas que conozco que están realmente involucrados con el tema ambiental en Venezuela. Mi intención es saber de alguna iniciativa de recolección de firmas (como inicio) para hacer visible la problemática actual que va desde la mala distribución de agua, pasando por las calamidades de Morrocoy y Paria y llegando al Arco Minero, un espacio de sustancial riqueza en el que se deja de manifiesto la pobreza del humano.
Si alguno de los qué pueda leerme conoce de éste tipo de resoluciones que nos conducirían al mejor camino, les escucho. Estamos aquí para comenzar. Para hacer. Para no callar. Por hablar por aquellos que están cansados o ni se enteran. Estamos aquí para salvarnos, los unos a los otros.
Foto: Tomé ésta foto a los elefantes marinos en la costa central de California en camino a Monterey.
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