Ayer estaba hablando con Rafa (mi querido esposo) acerca de la Tierra. Le decía cómo un comentario sencillo de mi abuela Julia, me había abierto las puertas de una perspectiva distinta acerca de nuestro mundo.
"Hay que salvar a un señor muy importante, que si no se salva, nos vamos a morir todos", nos comentó Julia a mi madre y a mí, después de mirar las noticias. "¿Un señor?", nos preguntamos mi madre y yo. En realidad no hicimos caso de los siempre alarmistas comentarios de mi abue. Con los días, mientras fregaba y escuchaba la radio, Julia recordó el nombre del señor. "¡Planeta! Es el señor planeta". Nos tomó un rato que entendiera que era pues, el planeta, la Tierra... Desde ese momento comencé a cavilar un poco más de lo usual acerca de la Tierra. Con las semanas y diversos eventos en el diario vivir comprendí que al lugar que llamamos mundo está vivo; siente, padece, se sana y se enferma, como todos. Tiene vida y da vida y, está preñado de vida. Es un organismo viviente. (Lo mejor es que mi abuela lo entendió mucho antes que yo, con su apenas tercer grado escolar).
Si bien siempre me han interesado los temas ambientales y cómo salvar a la Tierra y a los que la habitamos, la visión de sentir al planeta con vida me ha brindado una nueva compresión que tal vez no la habría experimentado y me hubiese quedado someramente solo con la idea de cuidarle, como quién vigila una casa ajena.
Todo este marco previo coincide con haber visto un documental que está transmitiendo Netflix en su plataforma llamado Besa el suelo (Kiss The Ground) y que también puede verse libremente por el sitio https://kisstheground.com/, (Sitio web donde pueden contactarse con los realizadores y con los que llevan el proyecto, que en pocas palabras, nos puede librar de la extinción).
El documental de una hora y 22 minutos es narrado por un de mis actores favoritos, Woody Harrelson, quien le brinda ese toque especial a un grupo de historias de personas con el objetivo compun de acabar definitivamente con el efecto invernadero que a su vez genera el cambio climático, gracias a una solución muy "simple" llamada agricultura regenerativa.
Ya, ya... Ustedes pueden decir que suena aburrido pero es realmente apasionante ver cómo cientos de personas se han unido a la tarea, saltándose las decisiones de autoridades (como la de Estados Unidos de retirarse del Tratado de París) y tomando al toro por los cuernos.
Gracias a muchos de los que aparecen en Besa el suelo, granjeros en todo el mundo han comenzado a sembrar de forma tal que no se destruyan los terrenos y sus minerales, y que esa tierra esté fertil sin convertirse en polvo (como cuando pasa la el tractor, dejando una nube a sus espaldas), lo que genera el aumento de la temperatura y el no aprovechamiento del carbón, que es la clave en todo el asunto.
Científicos, actores, deportistas, cantantes, activistas, ecologistas, familias enteras, gente común, se juntan a un forma de cambiar la manera que producimos alimentos desde hace centurias para demostrar cómo civilizaciones enteras han desaparecido por "no besar su tierra" o mejor dicho, por no saber cuidarla de manera tal que puedan obtener los recursos sin agotarlos por completo, acabando así con sus hábitats.
De verdad lloré de esperanza y mientras escribo, vuelvo a llorar, porque en el problema está la solución y es una propuesta tan llena de ventajas para todos que me emociono. Significaría vivir sanamente, con alimentos con nutrientes como son; con la posibilidad que aquellos lugares vueltos desiertos vuelvan a florecer en poco tiempo; con agricultores que participan realmente en la economía mundial al volver su rostro hacia la regeneración de sus tierras, y con la incorporación de los animales a la cadena, que son tan necesarios como la mano del humano para ayudar a juntar todo.
Besa el suelo es absolutamente una llamada de fe que muchos están oyendo.
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