Algunos de los tapabocas que he usado |
A consecuencia del la propagación del COVID-19, ha surgido una nueva raza, que apenas está empezando a mostrar sus comportamientos.
Y lo entiendo. La situación de desinformación o de sobreinformación acerca del Coronavirus nos pone en riesgo. En un temor pulsante y constante de inseguridad.
Las reglas del juego no están claras y no sabemos cuándo lo estarán.
¿Cómo viajarémos en aviones? ¿Quitarán los asientos para que exista mayor distancia? ¿Podremos volver al cine o a un concierto o a comer en algún restaurante? ¿Mataremos al que estornude en medio de la película? ¿Habrá otra pandemia? ¿La sabrán manejar los líderes? ¿Pagaremos los más tontos por los errores de los grandes mientras ciertos grupos inyectan dinero en aerolíneas y grandes empresas? ¿Cuándo llegará mi máscara Carolina Herrera?
En medio de esta incertidumbre, el caldo de cultivo es preciso para ver florecer novedosas maneras de conducirse en sociedad, en el "nuevo normal" que llaman... Acá, algunas de las que he visto.
"Yo necesito es ESE carrito": "Señor, puede tomar cualquier carro de mercado. Todos han sido desinfectados". "No. Yo quiero ESE que usted está limpiando". "Ok... Pero realmente TODOS han sido desinfectados". "Es que yo no sé si vino alguien y le tosió al carrito en estos minutos que ha estado aquí". "Precisamente, señor: yo estoy para evitar que eso ocurra, pero acá tiene. Llévese el carro que usted pide y que pase un buen día...". Acto seguido, el mismo personaje saca de su bolsillo los billetes con los qué va a pagar. Los cuenta, los vuelve a poner dentro de su bermudas y toca el carrito con sus manos llenas de gérmenes color dólar. A este paso, una definitiva especie en extinción.
Debajo de la naríz: Incómodos a la vista. Es incomprensible por qué llevan la máscara. Al final, es como un elemento de moda que cubre alguna porción de sus rostros pero no las más importante, como la nariz. "Así lo llevo yo porque sino, no respiro", le explicaba una señora a un vigilante cuando éste le solicitó cubrirse la cara con la máscara.
De ésta, hay varias clases: el cubre frente-pollina, el tapa barbillas y el tipo zarcillo. Una fauna increíble. Hasta hay algunos que se levantan el tapabocas para escuchar mejor.
Los invasores: Les colocan franjas dibujadas en el piso, perfectamente señalizadas y explicadas. "Recuerde: Seis pies de distancia", lo que equivale más o menos a metro y medio. Sin embargo, ellos se enciman a sus vecinos como si fuesen garrapatas. Considero que no aprendieron en la escuela a tomar la distancia en las filas escolares antes de entrar al salón.
Hay una variación de este tipo y son aquellos que traspasan las paredes de flexiglass o las cortinas plásticas colocadas para evitar el contagio de los que están en "la primera línea", que son personas que trabajan en sitios fundamentales. "Es que no escucho", advertía una cliente en un sitio de comida rápida a la cajera mientras ésta señalaba el punto y pedía que la joven colocara su tarjeta dentro de la máquina.
Los "rocíalo-todo": "No, señor. No puedo rociarlo con el spray. Es peligroso para su salud. Es un químico fuerte y daña su piel", explicaba yo con paciencia (que no tengo) a un joven de unos ventipocos. Igual, después de haber comprobado la limpieza de su carro, tomó como cinco toallas húmedas para limpiarlo otra vez. Tomó otras dos (aparte de los guantes) y con ellas empujaba el carro. Y así, fue tomando toallas y toallas por cada producto que pagó.
Su ida al baño fue apoteósica. Lamentablemente tuve qué verlo sacando las toallas para secarse las manos... Primero sacó una toalla. Con esa abrió la llave del lavamanos, y movió la palanca de las toallas de papel para sacar tres (les aseguro que no eran las manos de LeBron James). Se lavaba las manos, dejaba el agua correr, se echaba jabón y mojaba las toallas para sacar más y luego secarse, para cerrar la llave y para abrir la puerta. En serio: me preocupa el planeta y a dónde va conducirnos el consumo exagerado de artículos de limpieza y de guantes no biodegradables.
Los Quemados: Este tipo daña su piel, su ropa y hasta las patas de sus mascotas por usar constantemente cloro. Están quemados, visten ropa descolorida y desde hace varios días, se les ve por las clínicas veterinarias llevando a sus animales para que les revisen las patitas.
Se les conoce por recorrer farmacias y supermercados comprando gel desinfectante, jabón, toallas húmedas y todo lo que saquen a la venta para conservarse limpios.
Los aguanta guantes: No importa si usted estaba limpiando el baño antes. Lo importante es que tenga guantes. Si le ven guantes, todo está bien. Los guantes generan seguridad.
Se les ve tomando todo con los guantes y abriendo paquetes de galletas en el supermercado y comiendo con los mismos guantes que usan para protegerse del virus.
Los "Esto no existe": Este modelo puede ser el más peligroso. No aceptan que deben salir con máscaras o que deben permanecer a cierta distancia. "Esto es un complot para que la gente compre más y no vaya a a la playa", dicen. Obviamente, terminan sus quejas argumentando siempre "por eso yo tomo cerveza, porque el alcohol lo cura todo"...
Si conoce alguna otra clase de este grupo en formación, comparta su experiencia.
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Una anécdota
"¿Pensaste que harías esto para vivir?, me preguntó un señor de unos cincuenta y pico, caucásico y visiblemente afectado por el sol que ha coleccionado en su piel durante toda su vida.
Me hubiese gustado haber tenido una respuesta más inteligente y efectiva, con la que hoy me sientiera mejor. Solo respondí: "Realmente no, señor... Hasta luego. Que tenga buen día". Le facilité el carrito de mercado que estaba limpiando con productos especiales "anticoronavirus" y continué con el siguente carro y el próximo, y otro más, en una especie de estado hipnótico que regala a mares el calor californiano y un trabajo que seguramente hace algún robot en Japón.
A ratos dejé que el ego me ganara y me sentía mal. Miraba las tejas del edificio frente al supermercado y me decía -con marcada entonación venezolana- "Es que mi mamá no pari'ó teja y yo en este sol. Haciendo, ESTO". Claro que "ésto" representa más dinero (mucho más) del que ganaría en mi nación, haciendo un trabajo profesional, que es mucho más riesgoso de lo que solía pensar.
Recordaba mis empleos en Venezuela, la manera en qué vestía, mis amigos y compañeros de trabajo. Me molestaba por ratos, y luego volvía a decirme que los humanos no vinimos a la vida sino a vivirla, bien sea en el periodismo (como lo dicen mis títulos) o cuidando infantes en una guardería o atendiendo el teléfono en una pizzería, o limpiando todo lo que tocan los compradores de un mercado.
Sí. Esos son mis tres trabajos.
Hasta el momento, asisto a ellos todos los días. Unas horas aquí y otras allá. Y digo hasta el momento porque el 15 de mayo seguramente todo volverá a cambiar pues las normativas de confinamiento se reducen y no sé qué decidiré o decidirán hacer por mí o conmigo. Ya veremos. Al final tengo tres empleos gracias a la crisis causada por el Coronavirus.
Espero de aquí a ese día haber tenido la oportunidad de vencer definitivamente al ego, o al menos ganarle la batalla actual. De no sentirme tan exhausta, porque la mitad de mi cansancio obedece a mis propios fantasmas. No solo al peso de mis piernas, de las ocho a diez horas de pie, sino al peso de la nostalgia. Y rezo que si llega otra persona a preguntarme si pensé que estaría haciendo algo así para vivir, tenga la respuesta edificante que yo misma merezco.
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