Hace casi un año que no me paso por aquí para escribir, para escribirme. Hace más de un año que necesito una parte de mí que siento haber extraviado tras la maleta de ideas y el librero de urgencias,(que por cierto, está bien clasificado, perfectamente arreglado y gracias a Dios, agarrando polvo).
La cuarentena por el COVID-19 (que si bien no se cumple a cabalidad en dónde vivo) me ha permitido pensar mucho, escuchar, sentir, y esta cosa, sencilla, capaz y hasta simple, me permite seguir viviendo, seguir percibiendo.
Espero desde ahora tomármelo en serio.
Perdí la voz.
¿Será que algún día la tuve? ¿O me la fabriqué y creía que tenía voz, una voz original, fuerte, amena, que llamaba la atención? Hoy no sé.
Perdí la voz porque cuando se habla con la voz de otro por mucho tiempo, uno no sabe cuál es la voz que le viene del alma. La natural.
Perdí la voz y no sé cómo conseguirla.
El ruido de afuera, las responsabilidades, la mente rumiante me desenfoca. También las redes, las noticias, las voces de otros y a veces, esas voces lucen como la mía porque tienen la misma tonada, pero no. No es la voz de uno.
Perdí la voz y la estoy buscando.
No sé dónde la consigo. Realmente no lo sé porque hasta ayer no entendía que estaba perdida. No sé dónde la dejé ni cuando. Mi madre me la señaló, me la mostró vacía. El puesto de mi voz estaba desocupado.
Willy me dijo que mi voz se parecía al miedo. Pero no era mi voz. Era mi tema. Veo la vida muchas veces desde el miedo.
"Abraza el miedo. Vívelo. Plásmalo. El miedo no es malo. Es tu sonido", habló el hombre peludo e fuera de horario ¡Qué impuntual me resulta Willy McKey! ¡Qué inteligente y cuánto admiro a ese pedazo de gordo!
Perdí la voz y quiero conseguirla.
Si la escuchan, o la ven escrita por ahí, no duden en decirle que la busco. Que la necesito, que la quiero ver, que la quiero en mi mente y en mi garganta. Si hay la oportunidad, le toman una foto y me la hacen llegar. Tal vez la pueda reconstruir y luego, pueda ser mi voz. La voz. La voz.
La cuarentena por el COVID-19 (que si bien no se cumple a cabalidad en dónde vivo) me ha permitido pensar mucho, escuchar, sentir, y esta cosa, sencilla, capaz y hasta simple, me permite seguir viviendo, seguir percibiendo.
Espero desde ahora tomármelo en serio.
(Escrito el 25 de febrero de 2019)
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Perdí la voz.
¿Será que algún día la tuve? ¿O me la fabriqué y creía que tenía voz, una voz original, fuerte, amena, que llamaba la atención? Hoy no sé.
Perdí la voz porque cuando se habla con la voz de otro por mucho tiempo, uno no sabe cuál es la voz que le viene del alma. La natural.
Perdí la voz y no sé cómo conseguirla.
El ruido de afuera, las responsabilidades, la mente rumiante me desenfoca. También las redes, las noticias, las voces de otros y a veces, esas voces lucen como la mía porque tienen la misma tonada, pero no. No es la voz de uno.
Perdí la voz y la estoy buscando.
No sé dónde la consigo. Realmente no lo sé porque hasta ayer no entendía que estaba perdida. No sé dónde la dejé ni cuando. Mi madre me la señaló, me la mostró vacía. El puesto de mi voz estaba desocupado.
Willy me dijo que mi voz se parecía al miedo. Pero no era mi voz. Era mi tema. Veo la vida muchas veces desde el miedo.
"Abraza el miedo. Vívelo. Plásmalo. El miedo no es malo. Es tu sonido", habló el hombre peludo e fuera de horario ¡Qué impuntual me resulta Willy McKey! ¡Qué inteligente y cuánto admiro a ese pedazo de gordo!
Perdí la voz y quiero conseguirla.
Si la escuchan, o la ven escrita por ahí, no duden en decirle que la busco. Que la necesito, que la quiero ver, que la quiero en mi mente y en mi garganta. Si hay la oportunidad, le toman una foto y me la hacen llegar. Tal vez la pueda reconstruir y luego, pueda ser mi voz. La voz. La voz.
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